No me escondo detrás de un nombre de pila para exponer mi opinión. Daría la sensación de que tengo miedo a algo o a alguien. Quiénes me conocen lo sabe muy bien, no es mi estilo camuflarme. Mi nombre es Javier Paniagua, soy Educador Social (Diplomado y Graduado por la Universidad de Valladolid). Desde 2005 he ejercido diferentes responsabilidades en las Juntas de Gobierno del Colegio Profesional de Educadores y Educadores Sociales de Castilla y León (CEESCYL) y en el Consejo General de Colegios (CGCEES).
Además, he sido Secretario de la Comisión de Habilitación creada en el CEESCYL en 2005, junto a profesionales de la educación social, representantes de las Universidades que impartían la Diplomatura en Castilla y León y de la Gerencia de Servicios Sociales (Junta de Castilla y León). Todos ellos encargados de revisar y evaluar los expedientes de habilitación que llegaron durante aquel proceso transitorio. La Comisión era el órgano que aprobaba las resoluciones. Resoluciones que en un 99% fueron adoptadas por consenso y teniendo muy claras las reglas del juego. Este proceso en Castilla y León duró dieciocho meses.
Observo con mucha estupefacción como en los últimos días se están pidiendo firmas en las que se solicita luchar contra el intrusismo profesional que sufren los titulados universitarios en Educación Social, así como la denuncia del proceso de habilitación que próximamente se iniciará en Canarias. Todo esto ha generado un ‘debate’ (por llamarlo de alguna manera) en las redes sociales. Un ‘debate’ que nace de un desconocimiento de la historia de la Educación Social y de la más absoluta ignorancia de cómo se ha ido vertebrado el lento proceso de construcción del movimiento asociativo y de los colegios profesionales en todo el Estado Español. He leído comentarios basados en falsas verdades, rumores, cuchicheos,… Y esto me duele. Esto no construye, lo único que genera es un estado de opinión artificial para sentenciar a alguien o a algo, en este caso; las personas habilitadas y los colegios profesionales, estos últimos garantes de esta profesión.
Por otra parte, no entiendo estas campañas para recoger firmas. No entiendo cuál es el objetivo. No entiendo por qué ahora. No entiendo por qué se está demonizando a las personas que han sido habilitadas (y de paso a todos aquellos que hemos participado en procesos de reconocimiento de las habilitaciones profesionales). No entiendo por qué se pone en entredicho el papel de los colegios profesionales. No entiendo por qué se asocia intrusismo con habilitación. No entiendo cómo se llegan a esgrimir comentarios de esta envergadura: “Los usuarios de quienes no se han formado en nuestra disciplina, no tendrán sus necesidades educativas cubiertas”, “…nos encontramos con la indefensión que sufre nuestra formación académica por parte de los propios Colegios Profesionales" o "los colegios son nidos de habilitados para defender sus intereses". Sinceramente, no entiendo de qué va toda esta vaina. Me gustaría mirar a los ojos a los patrocinadores de todo este ‘circo virtual’ y preguntarles, ¿por qué?.
Para todas y todos aquellas/os que hablan sin tener mucho conocimiento de una parte de la historia de la Educación Social en el Estado Español, voy a ‘robar’ (con permiso) a mi compañero y además Educador Social, Javier Elías, un texto muy clarificador. Un texto que debería servir de manual de aprendizaje antes de firmar un ‘manifiesto’:
“Sí. Son los Colegios Profesionales los que promueven los procesos de habilitación profesional para el ejercicio de la profesión de Educador Social, en aquellos supuestos que se determinan en las leyes de creación de los mismos.
¿Y quienes forman esos Colegios Profesionales, originados a partir de las Asociaciones Profesionales?. Las Educadores y Educadores Sociales de cada Comunidad Autónoma, que de forma libre y comprometida decidieron trabajar de forma organizada por la Educación Social, desde hace muchos años.
¿Y qué es lo que han decidido, conformándose como profesionales organizados?. Pues entre otras cuestiones, crear procesos de habilitación para aquellas personas que, no existiendo la carrera académica que posibilita la consecución del título universitario de Educación Social, cuando ellos ya desarrollaban la profesión, ya hacían Educación Social, y de esta forma puedan ser reconocidos profesionalmente (no académicamente) como educadores sociales.
¿Por qué?. Porque esos profesionales forman parte del origen y el presente de nuestra profesión; porque se hace justicia reconociendo esa realidad; porque ellos son uno de los principales activos de nuestra profesión; porque los educadores y educadoras sociales, organizados como colectivos profesionales hemos decidido que debe de ser así.
Porque la profesión organizada considera que no se debe renegar de los orígenes, sino afianzarlos como parte de todos, para continuar en la construcción, evolución y transformación continua de la Educación Social. De la misma forma en que ellos ya lo hicieron, de una forma u otra, cuando aportaron el día a día de su quehacer profesional para hacer patente la necesidad de la creación de la Titulación universitaria de Educación Social en el inicio de los 90, y de la cual nos hemos formado y continuamos haciéndolo, miles de Educadores y Educadoras Sociales.
Los procesos de habilitación que están en marcha por la creación de nuevos Colegios Profesionales, y que tienen una tiempo determinado, entiendo que continúan respondiendo a estas realidades expuestas anteriormente.
No se deben entender como un peligro para la Educación Social, al contrario; hacen más fuerte a la profesión, y por tanto al derecho de la ciudadanía del que surge y por el que existimos; sumando esfuerzos y reconocimientos desde los orígenes, integrando pasado, presente y futuro.
Mi invitación es a la reflexión sobre qué Derecho de la Educación Social queremos seguir ofreciendo desde la profesión: ¿desde un entendimiento amplio, inclusivo y global de todo el proceso de la realidad de la Educación Social, o exclusivamente desde una perspectiva académica universitaria limitadora de otras realidades previas y actuales?.
Mi participación activa en un Colegio Profesional, así como el desarrollo cotidiano de la profesión en el ámbito laboral, me sirven cada día para reafirmar mi convencimiento sobre la concepción de una Educación Social abierta, consciente y reconocedora de su pasado, que trabaja desde lo presente, que está formado con indiferencia del "reconocimiento" profesional (habilitación) y académico, y que tiene la vista en continuar construyendo este Derecho, a partir de la unión de voluntades, esfuerzos e interés comunes, y no desde la limitación de la separación”.
Por favor, dejen de tirar piedras (bastante tenemos ya con ‘los de fuera’, para que vengan ahora ‘los que supuestamente están dentro’). Empleen sus esfuerzos en la construcción de esta profesión, hoy más necesaria que nunca.
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