Muchos de ustedes recordarán aquellas cintas de casette que tenían cara A y cara B. Resulta que la música que podremos hoy, también tiene cara C.
La cara A es la que se plasma en la declaración de la renta. Es la parte legal de todo este turbio asunto, pero también existe una cara B. Oscura, sucia, la que no se ve, la que premia a los fieles bajo cuerda, la que alimenta el tráfico de influencias,... En definitiva, la cara a la que ponen música los amos de mundo, o mejor dicho los corruptos.
La cara B se ha ido construyendo gracias a las importantes y sumergidas ‘aportaciones’ de la cara C. Caras B y C han existido siempre, y más en un país corrupto por naturaleza.
Para conocer los orígenes de la cara C deberíamos remontarnos muchos siglos atrás. Para no aburrirles, nos iremos cerca, rebobinaremos hasta principios de los años ochenta.
Durante mucho tiempo nos vendieron la moto del excelente y ejemplar proceso de transición democrática que hubo en el país. Por aquel entonces la ciudadanía necesitaba a toda velocidad, aire fresco y renovado. Volver a respirar igualdad y libertad estaba por encima de todo. En esta orgía de construcción democrática, se ‘olvido’, eso que tanto se habla de hoy: la transparencia. En este proceso renovador se aprovecho para maquillar, de mala manera, el poder fáctico que siempre habían ejercido los caciques y su oligarquía económica. O sea la canción de la cara C.
Durante aquellos años bailamos a un ritmo vertiginoso y frenético los grandes éxitos: ‘Por el cambio’, ‘Capaces de hacerlo’, ‘Es la hora de soluciones’, con la música a tope y pisando el acelerador hasta el fondo para conseguir los niveles que nos imponían desde Europa. Y todo esto, sin haber ordenado en condiciones la trastienda de la transición.
Nuestro país tenía que afrontar las grandes infraestructuras públicas, promovidas y prometidas por los diferentes gobiernos del PSOE y del PP. Es, en este momento donde la cara C, asoma su hocico y empieza a salivar, convirtiéndose en la música que acompañará la cultura del pelotazo, la oscura financiación de los partidos políticos y el alejamiento de la clase política de la realidad social.
El poder factico que ejerce la oligarquía económica en la toma de decisiones es brutal. De repente, se ‘donan’ ingentes cantidades de dinero a los dos grandes partidos que gobiernan en todos los ámbitos territoriales: estatal, autonómico y local. Estas ‘donaciones’ tienen un objetivo muy claro: asegurarse la adjudicación de las grandes obras públicas, que se pagan con nuestros impuestos.
En este escenario, sus responsables y dirigentes muerden el anzuelo envenenado de la ambición. Descontrolados, empiezan a circular sobres con sobresueldos, que nadie ha visto. Aquí comienza la historia, de la cual, no sabemos “de la misa, la mitad”.
Emitido el día 14 de febrero de 2013, en el programa "Hoy por hoy",
en @SERpalencia
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