Por Clara Beltrán Fombuena & Javier Paniagua Gutiérrez
Nuestra posición en el mundo, como educadoras y educadores sociales, nos ubica en una situación en la que detectamos, que los efectos provocados por el crecimiento económico en los últimos tiempos han provocado más desigualdades sociales. Desde el momento en que el crecimiento y el desarrollo se miden en consumo de recursos de todo tipo (naturales, fabricados,...) se divide a los seres humanos en quienes pueden permitirse este consumo y quienes no; sin embargo, el planeta no puede permitirse este desgaste ilimitado y continuo.
Este, se han traducido en un incremento exponencial de los índices de pobreza, provocado, principalmente, por la falta de empleo. Ante este nuevo escenario, entendemos que no se trata tanto de que el colectivo profesional de educadoras/es sociales apueste por un desarrollo y crecimiento económico, sino más bien, trabajar por el ‘decrecimiento’.
La curva del crecimiento llega a su clímax en el momento en que hipotéticamente todas las personas tuvieran la capacidad de obtener los productos que ofrece la sociedad de consumo, ya que automáticamente se agotaría y contaminaría el planeta en ese mismo momento. El reto del/la educador/a social es, pues reconducir los hábitos, en el sentido de aunar los deseos de desarrollo con los deseos de satisfacción de necesidades reales no inducidas por una sociedad de consumo. La actual situación de crisis debe replantearnos nuestros hábitos de consumo, de vida, de alimentación, de ocio,… Cuanto mejor estemos preparados, mejor podremos afrontar la salida de la crisis.
Los/as defensores/as argumentan que no se debe pensar en el concepto como algo negativo, sino muy al contrario: 'cuando un río se desborda, todos deseamos que decrezca para que las aguas vuelvan a su cauce'*. Debemos tener presente que el decrecimiento es una corriente de pensamiento político, económico y social favorable a la disminución regular controlada de la producción económica con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, entendiendo que este equilibrio pasa por situar a nuestra especie integrada dentro de la naturaleza eliminando la visión antropocéntrica, valorando la diversidad en todos los sentidos, desde el cultural al biológico, como fuente de sabiduría, riqueza y supervivencia, pero también entre los propios seres humanos.
Los/as educadores/as sociales tenemos para los próximos años un reto urgente: favorecer y acompañar procesos socioeducativos que ayuden a la ciudadanía a entender y a asimilar el concepto y filosofía del decrecimiento e ir introduciendo dentro del concepto de rentabilidad, el matiz de rentabilidad ecológica y/o ambiental, como puntal básico en el desarrollo. Nuestra profesión puede aportar un ‘saber hacer’ que ayude a promover la concienciación y sensibilización de la ciudadanía, con el objeto de favorecer la disminución del consumo impidiendo la obsolescencia programada y esta, pueda conllevar una producción controlada y racional, permitiendo respetar el medio ambiente, en todo su conjunto. Estos procesos de transición deben llevarse a cabo mediante la aplicación de principios más adecuados a una situación de recursos limitados: escala reducida, reordenación del territorio, relocalización, cambio en la política energética y de transportes, eficiencia, soberanía alimentaria, cooperación, autoproducción e intercambio, durabilidad y sobriedad.
Muchas organizaciones por el decrecimiento han adoptado como logo el caracol, en referencia a las palabras de Iván Illich sobre la "Lógica del Caracol": El caracol construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una tras otra las espiras cada vez más amplias; después cesa bruscamente y comienza a enroscarse esta vez en decrecimiento, ya que una sola espira más daría a la concha una dimensión 16 veces más grande, lo que en lugar de contribuir al bienestar del animal, lo sobrecargaría. Y desde entonces, cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha, fuera de los límites fijados por su finalidad. Pasado el punto límite de la ampliación de las espiras, los problemas del sobrecrecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol sólo puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética.
*Gisbert Aguilar, Pepa. Decrecimiento: camino a la sostenibilidad. El Ecologista, nº 55 (invierno 2007-2008), visto en: http://www.usc.es/entransicion/wp-content/uploads/2011/11/Decrecimiento-camino-a-la-sostenibilidad_Pepa-Gisbert.pdf
Muchas organizaciones por el decrecimiento han adoptado como logo el caracol, en referencia a las palabras de Iván Illich sobre la "Lógica del Caracol": El caracol construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una tras otra las espiras cada vez más amplias; después cesa bruscamente y comienza a enroscarse esta vez en decrecimiento, ya que una sola espira más daría a la concha una dimensión 16 veces más grande, lo que en lugar de contribuir al bienestar del animal, lo sobrecargaría. Y desde entonces, cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha, fuera de los límites fijados por su finalidad. Pasado el punto límite de la ampliación de las espiras, los problemas del sobrecrecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol sólo puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética.
*Gisbert Aguilar, Pepa. Decrecimiento: camino a la sostenibilidad. El Ecologista, nº 55 (invierno 2007-2008), visto en: http://www.usc.es/entransicion/wp-content/uploads/2011/11/Decrecimiento-camino-a-la-sostenibilidad_Pepa-Gisbert.pdf
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