Paseando por la Gran Manzana, seguido por personas de confianza y guardaespaldas, encendió su puro habano como señal de que algo iba a festejar. Dando las primeras caladas, intentaba enhebrar la forma de transmitir un mensaje a la ciudadanía. Unas palabras que se convertirían en titulares en muy pocos segundos.
Se encontraba a miles de kilómetros del país. Esta situación le generaba desapego y desafección. Se sentía cómodo. Mientras seguía fumando iba elaborando un discurso atronador (lo suyo era fumarse los derechos sociales). Convencido de que era más sencillo, desde la lejanía, lanzar una máxima contra todos aquellos que habían salido a la calle a decir en voz alta y sin miedo “estamos hartos”. También, contra aquellos que sufren los efectos devastadores de las políticas neoliberales.
Cuando cogió el vuelo que le llevaría a Nueva York, dejaba atrás, un país desmangado, un país a la deriva de los mercados. Para estos, los mercados, hablar de España, es hablar de dinero. Un país en manos de los piratas de las finanzas. Dijo que se marchaba porque había llegado el momento de lavar la imagen y contar en territorio yanqui, que las cosas no están tan mal como las pintan los medios de comunicación. Realmente no había tantos, como aparecen en las fotografías.
Entre calada y calada, se convencía, que había llegado el momento de demostrar que él era el presidente y que nadie, ni nada amargaría su estancia. En más de una ocasión habían criticado sus silencios. Pero había llegado la hora de hablar.
Antes de entrar en la sala de prensa, dio la última calada y apago su habano como señal de lo que vendría a continuación. Encendió el micrófono y dijo: “Permítanme que haga aquí en Nueva York un reconocimiento a la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios, y bla, bla, bla,…”.
Esa noche, cuando intentaba conciliar el sueño, recordó que hace un año, él mismo hizo un llamamiento a la ciudadanía a manifestarse contra los recortes y las decisiones del anterior Gobierno. Pero le daba exactamente igual. Su partido había ganado las elecciones por mayoría absoluta, esto le otorgaba autoridad para mentir todo lo que fuera necesario. La paranoia del poder, acumulada en tan solo nueve meses, le había convertido en el nuevo mesías. Esto le ayudaba a creerse sus propias mentiras, e incluso a bromear cuando en las ruedas de prensa le preguntaban sobre un segundo rescate.
Para eso, era el presidente de un país que el mismo estaba haciendo añicos. Interesado, solamente, por aquellos ciudadanos sordos, ciegos y mudos.
El próximo domingo 7 de octubre, volvemos a salir a la calle.
Emitido el día 4 de octubre de 2012, en el programa "Hoy por hoy",
de Radio Palencia de la 'Cadena SER'.
La fotografía utilizada corresponde a: http://www.republica.com/wp-content/uploads/2012/09/manifas.jpg
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