viernes, 19 de diciembre de 2014

Libertad (sin) con ira (Remasterizado)


Como todas las noches de invierno, Libertad estaba escondida y acurrucada en aquel mugriento rincón. Sus manos moradas y temblorosas, intentaban cubrir aquel débil y anoréxico cuerpo con unos cartones y una manta que había vivido tiempos mejores. Los viandantes pasaban por allí sin fijarse en ella. Ya saben, a veces la condición humana es tan imbécil, que generalmente vuelve la cara para no encontrarse con aquellas realidades que no nos interesan. Por aquellas bocinas, que todos los años colocaban los operarios del ayuntamiento, se escuchaban los villancicos de siempre. El mismo soniquete navideño, repetitivo y cargante. Estrofas que invadían las calles de paz, amor y felicidad artificiales.

Aquella noche hacía un frío que pelaba. La niebla se introducía en el tuétano. En la ciudad no había albergues abiertos para personas sin hogar, los penúltimos recortes habían obligado a cerrar el único que quedaba. Libertad abrazada a su tetrabrik de vino tinto, intentaba amortiguar la fría helada. Era lo único que le quedaba, era el único que le había abandonado.

Los más viejos del lugar cuentan que a finales de los setenta, Libertad vivió sus días de vino y rosas. La gente, a voz en grito, reclamaba en las calles y plazas su presencia. Era vital para aquella democracia párvula. Hoy, casi cuarenta años después, vivía tirada y arrastrada en el suelo. Olvidada y arrinconada, como si aquello hubiera sido un espejismo.

Con tanto bienestar nos acostumbramos a vivir sin libertad, ¡la burbuja nos había tratado tan bien! Los índices, los indicadores, las tendencias vomitaban datos, porcentajes y tablas que determinaban un futuro próspero Todos querían ser ministros de economía en aquel espejismo, en aquella quimera que esta arrebatando el futuro de nuestros hijos.

Los mercados, los oligarcas, las cajas de ahorros con el consentimiento de la clase política, habían maniatado a Libertad con toneladas de ladrillos caravista, especulaciones de suelo público, comisiones, sobres, cocaína, putas, champagne,... Entonces, dejamos de ser libres mientras visitábamos aquel precioso y acogedor piso piloto. Encadenados a las deudas, a la hipoteca, a los trabajos precarios, al euro,… Atados a una (social) democracia sin estrategia definida, que se miraba a sí misma y se autodenominaba ‘nosotros somos la izquierda’. Encadenados a un sistema capitalista que nos arrastraba al caos y a una clase política inútil y corrupta… Habíamos asumido que la libertad no era un bien necesario.

El crecimiento económico nos llevó a regalar nuestra libertad a un puñado de miserables que manipulan a su antojo nuestros destinos. No se olviden, somos marionetas que bailamos al son de los especuladores.

Libertad seguía allí, acurrucada, narcotizada por el alcohol barato. Últimamente nos acordamos mucho de ella, pero esposados y arrastrados, seguimos creyendo que somos libres.

Libertad seguirá ahí, tirada en el suelo y pasando frío, mientras festejamos una navidad en la que nos encomendamos a los dioses para que no se acabe el amor, la paz, la solidaridad y la felicidad en el mundo, qué paradojas, ¿verdad? Algo estamos haciendo mal y no somos capaces de cambiarlo.

…de nuevo aparece ese insoportable dolor, se está yendo el efecto analgésico del Tetrazepam. Me tomaré mi dosis de myolastan y cerrare los ojos…

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