Endorfinas

Todos los días se calzaba sus viejas zapatillas y salía a correr por la ciudad. Huía de su empleo precario, de su salario mísero, de sus facturas a final de mes,... Había encontrado el narcótico perfecto para calmar el dolor que le producía la realidad que vivía. Durante cuarenta y cinco minutos diarios se emborrachaba de endorfinas para olvidar los abusos que un sistema corrupto ejecuta sobre la ciudadanía decente. Aquella noche mientras cenaba, recibió la llamada de un amigo. Este le comentó que se había organizado una carrera popular en la ciudad y le animaba a inscribirse. Él nunca había participado en nada igual. Él salía a correr porque necesitaba una vía para escapar del insoportable ruido que producen las ciudades pequeñas. Llego el día de la carrera. Era una fría y soleada mañana de febrero. Se levantó expectante y nervioso. Se dio una ducha y después se tomó un vaso de leche con galletas. Mientras desayunaba, escuchaba en la radio una entrevista a la representante...