Alberto: militancia, oficio y legado
Querido
Alberto:
Hoy
escribirte es un acto de necesidad. Necesidad de nombrarte, de sostener tu
presencia a través de las palabras cuando el dolor aprieta y la ausencia se
vuelve insoportable. Tu fallecimiento deja un desgarro profundo, una herida que
no se cierra fácilmente, porque contigo no se va solo un amigo, se va una parte
fundamental de nuestra historia colectiva y de mi propia trayectoria vital y
profesional.
Tú me
enseñaste, quizá sin proponértelo explícitamente, todo lo que significa la
militancia por la profesión. Fuiste mentor en el sentido más amplio de la
palabra: no solo explicabas, sino que acompañabas, exigías, cuidabas y empujabas
a pensar más allá. Nos enseñaste que la militancia no es un gesto puntual ni
una consigna, sino una práctica sostenida en el tiempo, profundamente política,
vinculada a la defensa y dignificación de la Educación Social con mayúsculas.
Militancia como responsabilidad, como coherencia, como compromiso con quienes
vendrán después.
A tu lado
aprendí que la profesión no se hereda, se construye. Que el oficio de educadora
y educador social necesita manos, pensamiento, ética, palabra y organización.
Fuiste un constructor incansable del oficio, alguien que entendió que sin
reflexión colectiva, sin estructura, sin debate y sin posicionamiento
político-profesional, no hay futuro posible. Defendiste siempre una Educación
Social fuerte, crítica, reconocida y organizada, capaz de dialogar, de
incomodar cuando es necesario y de no renunciar nunca a su función social y
educativa.
Han sido
muchísimas las horas compartidas en ese empeño común. Reuniones interminables,
congresos decisivos, asambleas intensas, llamadas urgentes, correos
electrónicos reflexivos, mensajes de WhatsApp cargados de ideas, alertas y
propuestas. Espacios donde no solo se tomaban decisiones, sino donde se iba
tejiendo, poco a poco, una profesión más consciente de sí misma. En todos ellos
tu presencia fue clave, tu palabra era referencia, tu mirada ayudaba a sostener
lo colectivo incluso en los momentos más difíciles.
Tu
compromiso con la construcción del Consejo General fue una muestra clara de esa
forma de entender la militancia. Creíste en la necesidad de una estructura
común, sólida, representativa, diversa, capaz de articular el conjunto de la
profesión desde una lógica democrática y plural. Trabajaste sin descanso para
fortalecer el Consejo General, no como un fin en sí mismo, sino como una
herramienta al servicio de la Educación Social y de quienes la ejercemos.
Fuiste, en ese sentido, un verdadero arquitecto de lo colectivo.
Pero
Alberto, nuestra relación no se limitó nunca al trabajo. También compartimos la
vida. Hubo paseos, conversaciones largas, silencios compartidos, aprendizajes
cotidianos y momentos de disfrute que hoy cobran un valor inmenso. Gracias a ti
conocí tu Galicia querida, la Terra Galega que amabas hasta la médula, que
llevabas en la voz, en los gestos y en la forma de mirar el mundo. Pasear
contigo por Galicia era comprender tus raíces, tu identidad y la profundidad de
tu compromiso.
Eras un buen
hombre, profundamente bueno. Un buen compañero, siempre generoso, siempre
dispuesto a sumar. Un buen amigo, leal, cercano, presente. Un trabajador
incansable, riguroso y honesto, que nunca buscó protagonismos, pero cuyo legado
es inmenso. La profesión está en deuda contigo, y decirlo no es un gesto
retórico, es una afirmación política y ética.
Por todo
ello, considero necesario, justo y urgente solicitar que el Consejo General de
Colegios de Educadoras y Educadores Sociales te rinda un homenaje. Un homenaje
que no sea solo un acto simbólico, sino un reconocimiento profundo a tu
trabajo, a tu militancia, a tu papel como mentor, constructor del oficio y
pilar de la organización estatal. Poner en valor tu legado es también una forma
de cuidar el futuro de la profesión.
Hoy el dolor
pesa, pero también pesa la gratitud. La certeza de haber caminado a tu lado, de
haber aprendido de tu coherencia, de tu compromiso y de tu humanidad, será
siempre un lugar seguro al que volver. Mi corazón, hoy, está en Pobra do
Caramiñal, con Mar y con Iago.
Gracias por
tanto, Alberto.
Siempre
presente.
Siempre
referente.
Siempre
compañero.

Comentarios
Publicar un comentario