miércoles, 30 de abril de 2014

(Re) aprender a decir no


Decía el zamorano Agustín García Calvo que lo primero que aprende un niño cuando empieza a hablar es a decir ‘no’.

De todos los sonidos que oye el bebé desde que nace, cuando comienza a gatear, cuando da sus primeros pasos, cuando comienza a agarrar todo lo que está a su alcance, a metérselo en la boca, o en un ojo, el que más oye es una sílaba: NO ("No. No se toca" "No, a la boca no, caca." "No, ven." No, no, no, no… y no). Todo el día con el no dichoso. Tan pronto el bebé comienza a ser niño o niña y trata de tener autonomía y aprender y explorar su entorno, comienza a pronunciar la palabra ‘maldita’. Aquí el aprendizaje se adquiere a toda velocidad y el/la niño/a interioriza que decir no, le otorga una posición de poder y control hacia sus padres. Este acto de rebeldía y de negación sistemática trastorna a sus progenitores. Seguro que en más de una ocasión hemos escuchado: ¡qué niño/a más rebelde e inconformista! Después en la adolescencia vendrán: “No, no salgas con esa chica. No, no contestes así a tu padre. No, no vuelvas tarde. No te lleves el coche. No te cases con ese inútil. No bebas”.

Ahora bien, si trasladamos todo este aprendizaje adquirido en la infancia a la realidad actual, nos daremos cuenta que es el momento adecuado para reaprender a decir no y poder otorgarnos a la ciudadanía esa posición de poder que teníamos cuando éramos niños y niñas. ¿Dónde hemos dejado los adultos esa actitud rebelde e inconformista? ¿Se ha evaporado? ¿Por qué nos hemos convertido en sumisos, obedientes y dóciles? ¿Ha sido el sistema educativo el responsable de este adoctrinamiento? ¿Qué factores nos impiden desobedecer?

Decir no hoy en día, significa decir no a la Troika, a los poderosos, al estado, a la globalización. Decir no significa negarse a creer todas las mentiras que esputan los ministros, los secretarios de estado, los directores generales, los líderes de los sindicatos, los jefes de la patronal, los editoriales de los mass-media,… Decir no a los recortes, a la vulneración constante de los derechos fundamentales, al adoctrinamiento que ejercen los medios de comunicación, al actual sistema educativo, a la telemendicidad,... Decir no a los imaginarios sociales y culturales falsos, artificiales, edulcorados que se configuran en ruedas de prensa, en sedes parlamentarias, en tertulias televisivas,…

Ud. debería reaprender a decir no si quiere cambiar la realidad que le rodea. Piense que cualquier acción que quiera poner en marcha contra el poder, la mentira, los recortes,… debería nacer de la toma de conciencia en la falsificación de la realidad, porque si no es así esta acción desobediente resulta completamente inútil y se convierte en una colaboración directa con el poder, o lo que es lo mismo con los constructores de esas cosmovisiones irreales.



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